El caso es que haber acampado para conseguir buen sitio -docenas de jovencitas plantaron sus tiendas frente al recinto días antes para entrar las primeras- no sirvió para nada. Abrirse paso hasta la primera fila no requirió anoche el menor esfuerzo. La nota positiva es que a los chicos de Tokio Hotel no parecieron importarles las calvas en las gradas. En una demostración de profesionalidad, dieron el mismo concierto que hubieran lanzado a una audiencia mucho mayor. Quizá porque lo que está ensayado sigue siendo algo válido a lo que atenerse, sin importar las circunstancias.
Con extrema puntualidad, una nave espacial plantada en el escenario abrió su cascarón mostrando en su interior a Gustav, el baterista de la banda, mientras Bill, Tom y George emergían entre un dañino griterío que seguramente les hizo sentir como en casa. «Noise», «Human» y «Break away» fueron la primera andanada de este grupo cuyo nuevo disco tan pronto emite ecos de Depeche Mode como se deja llevar por melodías efectistas a lo U2 o sorprende con momentos casi grunges -no es broma, fíjense en como sonaría la versión acústica de «Humanoid» sin voz-. Todo un mérito de ingeniería musical.
Bill vistió sus mejores galas, se lanzaron columnas de fuego acompasadas con la guitarra, y salvando los innecesarios descansos hubo dinamismo escénico, así que la audiencia disfrutó de lo lindo. Y es que a pesar de todo, las palmas del público en «Hey You» y los sollozos con «Monsoon», la canción que los convirtió en estrellas, dieron fe de que hay gritos para rato.
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