A finales de los 80 fue New Kids On The Block, a principios de losnoventa fueron Take That y Back Street Boys. Con el nuevo siglo llegó*NSYNC y Westlife. Y a finales de los '00 Tokio Hotel disfrutan delenamoramiento de unas fans que crecen y comienzan a olvidarse de ellos.
Cadageneración adolescente necesita un grupo de música del que hacerse fancon locura. Además, la música también necesita de los grupos de fans,pues es el motor que empuja a los adolescentes seguir escuchando músicael resto de su vida. Y que la música que escuchan tenga importanciapara ellos.
Las alarmantes cifras de asistentes a los dosúltimos conciertos de Tokio Hotel en nuestro país -5.000 personas enBarcelona y 7.000 en Madrid para unos aforos del doble de capacidad-sugieren que el fenómeno del grupo alemán se está desinflando.
Losjóvenes de 17 años que acudieron al primer concierto del grupo enEspaña, el MTV Day del año 2007, tienen ya 20 años y es posible quehayan sustituido el fanatismo de su grupo de adolescencia por otro queles proporcione otras sensaciones. Los grupos de música son como lianasen la selva, se va saltando de uno a otro y así se llega hasta algúnsitio desconocido, cruzando la selva.
"El desprecio al gusto yel criterio del publico adolescente femenino está más que asumido en elmundo de la música", explica la especialista en música y culturaafroamericanas Patricia Godes. "Se devalúa a los artistas que gustan alas chicas sin pensar que el origen del rock y el pop está precisamenteen ese público. ¿Quiénes hicieron famosos a Sinatra, Elvis, Beatles,Rolling, Doors, Michael Jackson, Raphael o Serrat?, ¿los críticos?,pues no, ¡las niñas!".
Los fans que comenzaron escuchando algrupo de los hermanos Kaulitz con trece años siguen en la brecha yforman parte de esa masa de 12.000, que son muchos, y acudieron averles en la presentación de Humanoid.
El fenómeno de fans escíclico y cada generación tiene un grupo como bandera. Hoy es TokioHotel y hasta dentro de cinco o siete años no estaremos hablando de sureemplazo.
Para Godes, "la industria discografica, siempre contan poca memoria histórica y tan aficionada a tirar piedras contra supropio tejado, ha optado por destinar a las chicas, que son el públiconatural de la música pop contemporánea, sus productos más deleznables".
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Lasiguiente generación, tocada por el emo, necesitó de algo máscontundente y puso sus ojos en un joven grupo alemán, Tokio Hotel,formado en 2003 aunque su primer disco no vio la luz hasta 2005.
Enese mismo año surgió una opción más edulcorada, producto de la factoríaDisney, al igual que Hannah Montana: los Jonas Brothers. Una banda detres hermanos, protagonistas de Camp Rock en 2008, y autores de un popapto para un público más infantil que el de Tokio Hotel, cuyosseguidores visten se pintan las uñas de negro y se rompen las medias,algo que jamás haría una fan de Jonas Brothers. Nada mejor que un buenenfrentamiento (Beatles / Rolling Stones, Spandau Ballet / Duran Duran,Michael Jackson / Prince, sirvan como ejemplos) para enervar elfanatismo y la pasión por la música.
Para Patricia Godes "es elúltimo reducto del machismo: dar a las mujeres la basura musical",afirma. "Hay una doble moral: una chica joven o una mujer adulta cometeun pecado de frivolidad imperdonable para el dogma musical cuando alabaa un cantante por su atractivo físico, mientras que los críticosadultos masculinos se pasan media vida profesional tratando dedemostrar su dureza describiendo con términos machistas o con la infameprosa poética roquera los atributos físicos de las cantantes femeninas"describe la periodista, aunque matiza que "esto ha cambiado porque loscríticos más jóvenes no están tan reprimidos como los clasicos".
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